Los abusos sexuales en Tarija y el miedo que callan los niños
A sus diez años, Ana (nombre ficticio) ya perdió las ganas de vivir, de ir a la escuela, de jugar con sus amigas, con sus muñecas o con su hermanita menor Liliana. Su situación era muy distinta hace unos diez meses atrás cuando era una niña inquieta, traviesa y tan activa que a su madre le costaba hacerla dormir por las noches.
Ana conoció a su padre y vivió con él hasta sus 4 años, pero él falleció dejándola junto a su mamá y su hermanita de apenas 1 año. De esta manera, los recuerdos que ella tiene de una figura paterna son muy vagos, tanto que ya se había acostumbrado a la idea de que su familia estaba bien así, rodeada de tíos, primos y sus abuelos. Todos de cierta manera se habían encargado de reducir lo más posible ese vacío.
Sin embargo, hace poco más de un año su madre conoció a alguien, se trataba de un hombre llamado Ricardo, a quien conoció en una reunión de trabajo. Desde ese momento él se dio a la tarea de conquistarla y, aunque ella al principio dudó por sus hijas, luego se enamoró.
No pasó mucho tiempo hasta que él se mudó con ellas, parecía haberse encariñado con las niñas, pues siempre les compraba regalos, las llevaba a pasear, especialmente a Ana, a quien ayudaba con sus tareas y le enseñó a andar en bicicleta. Una que él le había dado.
Así Gabriela, la madre, cobró la confianza para dejarlo a solas con sus hijas en más de una oportunidad, algo que solo hacía con gente muy cercana. Eventualmente ella tuvo que viajar por su trabajo y optó por dejar a Liliana con su tía y a Ana con su pareja, finalmente serían solamente dos días.
Ese día por la mañana, Ana se despertó temprano para despedir a su mamá, sin saber que comenzaría a vivir una pesadilla. Durante las siguientes horas hizo sus tareas, en la tarde jugó y vio televisión hasta la hora de ir a dormir. Sin necesidad de que su padrastro le dijera nada ella fue a lavarse los dientes y se acostó.
A media noche no sintió cuando él abrió su puerta, por lo que se asustó demasiado cuando notó que alguien se había metido en su cama. Hasta que reaccionó para pedir ayuda ya tenía la boca tapada, intentó correr, zafarse y no pudo, su fuerza no se comparaba con la de su agresor.
Como todos los lunes, Graciela le habló desde la puerta de su cuarto con el objetivo de despertarla para el colegio. Ana quería contarle todo, pero al llegar a la cocina no pudo, le ganó el miedo al sentir la mirada amenazante de su padrastro que ya estaba sentado en la mesa. Tomó rápido su desayuno y se fue a esperar el bus para la escuela.
Su madre solo pensó que se trataba de la flojera causada por madrugar, pero no. La niña había cambiado, no pasó mucho tiempo hasta que bajaron sus calificaciones y sus familiares también notaron su transformación. Graciela ni por un instante dudó de su pareja, la niña notó esto y perdió la confianza para hablar con ella como lo hacía antes de que apareciera su padrastro, quien ahora aprovechaba cada vez que podía para quedarse a solas con ella.
Como su madre no se dio cuenta, intervino su tía que fue a recoger a la niña del colegio y le preguntó qué le ocurría. Ella no aguantó más, comenzó a llorar y le contó lo que había sufrido durante las últimas semanas.
Cuando Graciela se enteró, quedó horrorizada, pero reaccionó inmediatamente. En menos de tres horas había sacado a las niñas de la casa y había formalizado la denuncia contra quien pensaba que sería su compañero de vida.
El miedo que callan los niños en Tarija
Esta experiencia es vivida a diario por muchos niños en Tarija y el mundo, quienes amenazados y finalmente traumados prefieren callar y vivir a solas su calvario. Así lo confirma la psicóloga Paula Vargas, quien asegura que los menores sienten un gran miedo cuando son víctimas de este tipo de hechos.
Para la experta los menores tienen dos grandes miedos: temen ser los culpables ante sus padres y temen las represalias contra el agresor, que generalmente es parte de su familia.
Sin embargo, no solo los errores de los padres influyen en el silencio de los menores a la hora de revelar un abuso sexual. Los expertos añaden los siguientes factores:
- Sienten vergüenza y desvalimiento.
- Tienen miedo de las consecuencias que sus palabras puedan ocasionar en su familia.
- Callan por temor a ser acusados de complicidad y complacencia con el abuso sexual que padecieron.
- Evitan ser estigmatizados y rechazados.
- Carecen de interlocutores válidos dispuestos a creer en sus palabras.
- Reciben amenazas de daño físico o de muerte.
- Pueden tener un vínculo emocional con el abusado
La denuncias retrasadas
En el departamento hasta la primera quincena de abril se reportaron 4 hechos de violencia sexual contra menores. Al respecto, la Defensoría de la Niñez y Adolescencia (DNA) habría intervenido mediante el personal de turno, estos dos hechos tienen a los presuntos autores detenidos preventivamente.
Dónde denunciar
Sobre el tema, el jefe de la Unidad de Prevención de la Secretaría Municipal de la Mujer Y Familia, Ricardo Torrejón, informó que existe un plan que se viene aplicando desde la gestión pasada, antes en colegios y ahora por la cuarentena a través del Internet y plataformas virtuales.